Desde el enfoque biológico, se entiende que tenemos grabada genéticamente una predisposición a sentirnos atraídos por una persona u otra, por sus genes, para que podamos ser compatibles, reproducirnos, tener descendencia fuerte y sana y así perpetuar la especie. Este proceso, evidentemente, no se realiza de forma consciente. Parece que el "olor" juega un papel fundamental en la primera atracción por la otra persona. Al fin y al cabo, seguimos siendo animales.
Los últimos estudios señalan que el deseo sexual se activa por la testosterona y los estrógenos (hormonas masculina y femenina) y sobre todo en regiones muy concretas del cerebro. És un mecanismo bastante primario y menos sofisticado que el del amor.
Ahora bien, el amor "romántico" es propio de la evolución de nuestra especie, es lo que llamamos "enamoramiento" y se sabe que actúa como una de las mayores motivaciones en el ser humano, independientemente de las culturas. La dopamina, que rige los centros del placer y el bienestar, está muy presente en esta fase de la relación de una pareja humana; provoca gratificación y actúa como motor. Seguimos discutiendo sobre si esa llama inicial puede durar "para siempre". Parece que, con el tiempo, el enamoramiento va perdiendo intensidad y que la durabilidad de la pareja dependerá, entre otras cosas, del afecto, del grado de amistad que exista entre ella, de los intereses comunes, de las habilidades de comunicación y de resolución de conflictos y de la capacidad, en definitiva, para disfrutar juntos.
Quizá el sentido de la evolución hacia el amor tenga que ver con poner freno a la búsqueda incesante de una pareja sexual y de procurar una estabilidad lo suficientemente larga como para poder criar a la descendencia.
En la elección de pareja, se sabe que hay algunas diferencias entre los sexos: los hombres están más preocupados por el interés físico y, en segundo lugar por la amistad, la diversión y el gusto por la aventura. Las mujeres se sienten más atraídas por características de orden intelectual, afectivo y de amistad, buscan más bien alguien con quien hablar y compartir. La inteligencia y la simpatía son muy valoradas por los dos sexos a la hora de elegir pareja. Resulta curioso comprobar que el factor socioeconómico no es un determinante en la elección aunque, dependiendo de la cultura y de la edad, muchas mujeres se sienten atraídas por hombres con un alto estatus o en vías de conseguirlo.
Pero qué buscamos realmente en el otro sigue siendo casi un misterio. Se sabe que tendemos a elegir compañeros similares a nosotros, cultural, intelectual y emocionalmente, aunque también algunas personas buscan el polo opuesto, probablemente por querer encontrar en el otro "lo que yo no tengo".
Dependiendo de las características en las que nos fijemos para establecer el vínculo afectivo con otra persona, aparecerán más o menos problemas. La atracción inicial puede estar influenciada por muchos factores (soledad, ganas de diversión, determinados estados anímicos...) y como las relaciones son dinámicas, están en continuo cambio, aquello por lo que nos pudimos sentir atraídos al principio, puede resultar luego un punto de rechazo.
Cuando pretendemos establecer una relación en la que sea el otro quien nos resuelva, quien nos proporcione aquello que nos falta, que sea el único responsable de nuestro estado de ánimo, que nos haga felices, estamos poniendo en la pareja falsas expectativas que probablemente se cumplirán solo en la fase de enamoramiento. Entre otras cosas, porque en esa fase tendemos inconscientemente a comportarnos de forma distinta a como hacemos habitualmente.
Del mismo modo, si buscamos que el otro nos admire continuamente, que no cuestione ninguna de nuestras actitudes, si queremos ser, en definitiva, un ser perfecto para nuestra pareja, llegarán las frustraciones y no podremos pasar a la fase de de "una relación duradera".
Como parte de la elección de pareja se hace de forma inconsciente, es difícil pronosticar el éxito o no de la elección. Y no digamos si pasamos a examinar las nuevas formas de establecer relaciones, por ejemplo, a través de internet. Aquí no existen "olores" para discriminar ese primer contacto que llevamos grabado genéticamente. Los neurobiólogos tendrán que preguntarse cuáles son los mecanismos primarios que rigen en esta dimensión.
Probablemente, la elección habrá sido acertada si se ha conseguido llegar a un punto intermedio entre el instinto sexual y la razón.
La edad de inicio en la relación, los rasgos de personalidad, las experiencias acumuladas, los cambios personales y sociales, la llegada o no de hijos, el coste de los logros en la relación, la diferencia de crecimiento personal de cada uno de los miembros de la pareja y otros muchos factores, serán determinantes para conseguir una "relación duradera" gratificante.
Este es un tema apasionante que merece la pena estudiar y analizar. La pareja humana: su vida, su desarrollo, sus conflictos, ¿su muerte?
Soledad Fernández Fernández
Psicóloga